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¿Qué es la muerte? (versión 2)

Para la gran mayoría de los hombres, la muerte trae consigo el final de toda existencia posible, sin embargo, en México la muerte adquiere un significado completamente distinto, en el que las más bellas y ricas tradiciones se reflejan en un sin fin de simbolismos que se encuentran arraigados desde las épocas prehispánicas, donde la vida y la muerte convivían en una armonía llena de majestuosidad.
 
La muerte y su culto, son uno de los elementos básicos en las creencias de los mexicanos, que antes pensaban que la muerte y la vida se constituían en una unidad. La fiesta de muertos estaba vinculada con el calendario agrícola prehispánico Y con esta celebración se iniciaba la época de recolección o cosecha. Los antiguos mexicanos dedicaban a sus muertos el noveno y décimo mes del año calendárico, El noveno mes comenzaba al 5 de agosto y se llamaba Tlaxcochimaco, que significa tierra florida. Ese día daba comienzo la fiesta de las muertitos que se refería a los niños, duraba todos los veinte días del mes, se ofrendaban legumbres. En el décimo mes Xoco Huetzo, que significaba fruta madura, del 25 de agosto al 14 de septiembre, se hacía la fiesta de los muertos adultos. Se hacían ofrendas de comida y todo el día se lloraba. 
 
Existe la idea que en el más allá se le da al difunto licencia para visitar a sus parientes que se han quedado en la tierra y por tanto, hay que festejar y agasajar a tan ilustre huésped. La casa se adorna con flores de cempasúchil, imágenes de santos y se coloca una ofrenda con los platillos que más le gustaban al difunto. En las panaderías se hace el "pan de muerto". Se confeccionan calaveras de chocolate o azúcar decoradas con papelitos de colores chillones y lentejuelas en las cuales se colocan distintos nombres. Las tumbas se adornan con ramos y coronas de flores; en ocasiones se forman caminos con flores y hojas para que el difunto no se extravíe. Una descripción de esta fiesta dice que son los muertos quienes inician el convite y que nadie puede tocar sus manjares mientras ellos no se hayan servido libremente. Cada difunto tiene su puesto señalado en la mesa y está representado por una vela encendida, que simboliza su espíritu y el de los dioses. Después de aceptar el difunto la ofrenda y haberse llevado el olor de los platillos, alrededor de los panteones, vendedores ambulantes montan sus puestos y el pueblo baila, goza de la vida, se divierte con las coplas y grabados de "las calaveras". Las calaveras son hasta la fecha un motivo plástico y una fantasía popular que desde hace años se deleita en la representación de la muerte. Dejando atrás el dolor.
 
Sobre la muerte, tenemos un sentimiento especial ante el dolor que nos produce. La muerte es como un espejo que refleja la forma en que hemos vivido y nuestro arrepentimiento. Cuando la muerte llega, nos ilumina la vida. Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo la vida.  Haciendo una confrontación de los cultos prehispánicos y la religión cristiana, se sostiene que la muerte no es el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito. De acuerdo con el concepto prehispánico de la muerte, el sacrificio de la muerte y el acto de morir, es el acceder al proceso creador que da la vida. El cuerpo muere y el espíritu es entregado a los dioses como la deuda contraída por habernos dado la vida. Para nosotros, el muerto sigue vivo en la otra vida, en el recuerdo y en el corazón del que le guarda luto. Con el paso del tiempo vamos acercándonos a nuestra propia muerte, al momento de reunirnos con aquellos que se anticiparon a morir. El sol sale en la mañana, sube al firmamento y desciende al reino de los muertos, cuando ya ha recorrido su trayectoria, cuando ya su brillo y calor han dado nueva vida.

Después de la vida, la creencia de la muerte es el fin inevitable de un proceso natural. Lo vemos todos los días, las flores nacen y después mueren. Los animales nacen y después mueren. Nosotros nacemos, crecemos, nos reproducimos en nuestros hijos, después desaparecemos para volver al mundo de las sombras, para fundirnos al aire, al fuego y a la tierra; regresamos a la esencia que anima el universo.

Es un hecho que la muerte existe, pero nadie piensa en su propia muerte. En las culturas contemporáneas la "muerte" es una palabra que no se pronuncia. Los mexicanos tampoco pensamos en nuestra propia muerte, pero no le tenemos miedo porque la fe religiosa nos da la fuerza para reconocerla y justificarnos en otra realidad.  

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